Amar sin nadie, vaya cosa triste.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Cuadros dentro de cuadros.

Había trabajado sobre esa traducción durante todo el día, podía sentir el cansancio sobre mis ojos, pero sabía que debía terminarlo.
Si bien no era una frase compleja, no encontraba las palabras adecuadas, la manera de decir en buen español lo que el autor decía en tan buen inglés. Sin embargo, no era mi paupérrimo vocabulario el que me hacía dudar, porque cuando uno es traductor siente que nunca logra adquirir todo el vocabulario requerido para su trabajo. Nada había sido olvidado era de fácil traducción, y aún así connotaba algo más, dentro de ella había otro significado, o por lo menos, yo se lo daba.
Me gustaba hacer las traducciones a mano, luego las pasaba a máquina, pero esta vez sólo transcribía en un cuaderno, como solía hacer con la mayoría de las traducciones, las frases que leía, o escuchaban y que me gustaban.
Sabía que esa frase que me paralizaba en mi trabajo ya la había anotado, pero la busqué y no estaba anotada en mi cuaderno.
Hice un gesto con el labio en señal de extrañes, agarré la pluma y mientras copiaba la frase se produjo un efecto deja vù. La pluma cayó de mi mano y rodó sobre la mesa e instantáneamente caí rendida. Sabía que en mi inconsciente estaba guardada la relación que le encontraba a esa frase con el efecto deja vù de los segundos anteriores.
Caía el sol de la tarde y como en tantos sueños anteriores, el lugar que me rodeaba era un bosque, o por lo menos eso parecía.
Sentía el mismo efecto deja vù que antes de dormirme, y ese lugar ya lo conocía, sabía por donde caminar y dónde detenerme. Había hecho el mismo recorrido durante noches y todo para terminar frente a esa pintura. Todo para terminar de descifrarla.
Era una pintura, un cuadro perfecto para apreciar desde la distancia o la cercanía, pero la imagen siempre era distinta. Desde cada punto de vista su atracción era otra.
La primera vez que lo vi no fue hace mucho tiempo, alguien me llevó hacia él para que descubriera lo que también él veía y desde ese día no dejé de mirarlo. No puedo, no me deja, todo el tiempo encuentro imágenes nuevas. Todas me llevan al pasado, todas encajan en el presente, todas me transportan al futuro. Y quiera o no, en todas se encuentra él.
Cuanto más cerca de la pintura te encontrabas, más se difuminaba, desaparecía bajo el fondo en el que se encontraba inmerso. Esto lo descubrí con el paso de las noches y pude encontrar el sitio perfecto desde donde apreciarla.
Cada una de las partes del cuadro formaban una continuación infinita de ramas y hojas que se perdían en el paisaje que lo rodeaban.
En un primer momento fue paralizante, aunque siempre lo es. Mi mirada estaba apuntada al ángulo inferior derecho, una muchacha de pelo castaño me daba la espalda, agachada sobre una roca, fría, dura, tiritaba. ¿Tiritaba?. Por momentos la pintura tomaba vida y su movimiento me cautivaba. Como ya dije era perfecta, nada que veras allí podía opacar lo demás, su belleza, su calidez. La muchacha parecía fría y aún así emanaba calidez. Se notaba desde la distancia que se sentía cómoda. Una ambivalencia que sólo tenía explicación quien la viera, pero no habían palabras que la pudieran describir.
Me fui acercando, quería tocarla, saber si en verdad la muchacha tenía vida, estar segura de si se sentía fría, distante y cómoda a la vez. Sus manos sostenían una tercera, pero me acerqué cada vez más y ya no se veía así. Esa tercera mano tomaba movimiento y levantaba a la muchacha. No. La sostenía. En fracción de segundos la pintura cambió rotundamente. Ese paraíso donde se encontraban en un primer momento se había convertido en un temeroso abismo.
Un cielo rojizo cubría a los dos. La chica de cabellos castaños caía de espaldas, pero, la mano que ella sostuvo en el final de la primer pintura se convertía, ahora, en quien la salvaba, en quien la sostenía ante una caída inminente, ante una caída que sin él, la habría llevado a la muerte.
Las manos de su salvador aferraban las suyas fuertemente, el cansancio a causa del esfuerzo de ambos podía notarse desde donde yo los veía.
En ese momento la dirección de mi mirada cambió y no sé qué fue lo que hizo que fuera así.
Nunca se me había ocurrido pensar que cuando miramos una pintura de frente, los ojos repiten exactamente la posición y la visión del objetivo, pero yo volvía a mirar sus manos que habían cautivado mi primera visión.
Podía sentir cómo en la vida real mi brazo se estiraba para que en el sueño pudiera acariciar aquellas manos.
Volvía a acercarme, consciente de que a medida que me acercara la pintura cambiaría de posición. Sabiendo ello e impulsada por una fuerza aún mayor que nacía muy en mi interior, seguí avanzando y como era predecible la pintura cambió una vez más.
Me sorprendió que al volver a enfocar mi mirada en el cuadro las manos de ambos protagonistas ya no estuvieran. Era impresionante cómo podía cambiar casi de manera imperceptible. Pero así había sucedido y eran ahora galerías y puertas las que se encontraban.
Puertas que se abrían y cerraban incesantemente.
Un ruido de pasos en la sala me hizo sobresaltar. Miré en todas las direcciones, asustada, pero no había nadie. Las cortinas flameaban y me levanté a cerrar la ventana. La brisa que entró por ella hizo que se me erizara la piel. Miré la máquina y no pude continuar con la traducción. Mi cuaderno de frases estaba abierto, y no recordaba en qué hoja lo había dejado, pero leí: Si mi oído alcanzara los rumores del mundo, yo percibiría pasos. Ahora estaba despierta, y sabía que era así, sabía que donde estuviera, podía percibir su presencia, aunque ya no estuviera conmigo.
Es el amor. Tendré que ocultarme o que huir. En verdad era su recuerdo, y preferí dormir. No soportaba que tan sólo hoy fuera un recuerdo, no lograba entender cómo las personas somos capaces de sobrevivir ante la ausencia de un ser demasiado querido.
Traté de borrar aquel pensamiento lo más rápido posible. Me puse un pijama viejo y me acosté, agarré una frazada y tuve la sensación de elevarme sobre la cama. Sentí como si no tuviera los pies sobre la tierra, pero no me sorprendió, a veces era como si no los tuviera de verdad. La manía de cambiar el mundo, la manía de vivir en la utopía de que las cosas y las personas nunca dejen de existir, la manía de creer en lo inmortal, me hacían creer que de verdad no tenía los pies sobre la tierra. Pero tampoco me asustaba, me gustaba soñar, creo que todavía me gusta y más después de terminar de apreciar aquel cuadro.
Después de un par de noches seguí soñando con lo mismo, algunas veces sólo con el cuadro, otras sólo con el bosque, otras me parecía no haber soñado, pero eran las menos.
Sobresaltada por la aparición de las galerías y puertas me alejé de la pintura, no era eso lo que esperaba mientras me acercaba, pero sin embargo, era eso lo que había visto de cerca.
Giré la cabeza, como en busca de alguien que me dijera que vio lo mismo que yo. Sí, ya se, era en vano, pero no se en qué pensé, ni en quién. Cuando me volví hacia el cuadro, los dos protagonistas de las pinturas anteriores volvían a aparecer y un ojo desde el cielo los
miraba, como yo desde afuera, pero éste desde adentro.
En el rostro de la muchacha se dibujaba una sonrisa. El cielo comenzaba a despejarse y los rayos del sol iluminaban todo lo que tocaban.
Estaban abrazados. Ninguno de los dos rostros se lograban distinguir, y aún así se podía notar la alegría en ellos.
Fue inevitable y tuve que volver a acercarme para tocar la textura de la pintura. Necesitaba hacerlo, lo sentía así. No lo dudé, y tampoco me importó la posibilidad de que vuelva a cambiar.
El cuadro no cambió hasta que lo toqué. El dedo índice de mi mano derecha comenzaba a rozarlo, y mi imagen se dibujó en ella.
No me sorprendió, es más, fue como si supiera que iba a suceder.
Nuevamente los pasos me volvían a despertar. Había vuelto y esta vez era así. Sabía que no debería ser así, pero no quise arruinar el momento. Dejé que todo se sucediera.
Se acercó hacia mí, besó mi mejilla, y se acostó a mi lado.

NADA HABÍA SIDO OLVIDADO.

Abrí mis ojos repentinamente. El círculo entre el inconsciente y mi realidad se habían cerrado. Ya estaba lista para terminar mi traducción.
Siempre, pero siempre,, te amo.

1 comentario:

Luquitas dijo...

Es re leeeeeeeemdo ^^
Ami no se me podría haber ocurrido todo lo relacionado con el cambio de las imagenes, etc., no tengo tanta imaginación para cosas abstractas :P